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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 10 de abril de 2010

JOSÉ TOMÁS: ¡EL NACIMIENTO DE UNA NUEVA TAUROMAQUIA? / Por José Antonio del Moral

¿Hacia un nuevo decálogo?


Por José Antonio del Moral

Esta fecha, 4 de abril de 2010, es histórica. Según se aseguraba el pasado lunes en una crónica taurina en el diario La Razón, José Tomás ha inventado una nueva tauromaquia: Con una técnica asombrosa que no necesita «vender» y que sólo ve el toro, se pasó por los muslos con capote y muleta - a la verónica, por gaoneras, por estatuarios, por trincheras o por largos naturales - a los dos toros que le cupieron en suerte.
El sentir general de los aficionados es de incredulidad ya que la mayoría, después de tantos años, se han dado cuenta de que han sido demasiado presuntuosos en relación a sus conocimientos taurinos. Fatuos, orgullosos, demasiado presuntuosos, poseídos por una altanería propia de dioses, los aficionados han pensado que, por fin, podrían llegar a aprender verdaderamente de toros.

Ahora, alguien los ha bajado del pedestal de su orgullo y de sus creencias sobre si, al cabo de tanto tiempo, podían llegar a entender la tauromaquia y sus entresijos. Nada más lejos de la realidad, porque sin saberlo, a su alrededor estaba naciendo una nueva tauromaquia que se podría denominar la tauromaquia esotérica o inescrutable que tiene la particularidad de que solamente es accesible a José Tomás y a los toros con que se enfrenta, siendo por tanto imposible de comprender por el resto de seres humanos.

Efectivamente, el Domingo de Resurrección en Málaga se reveló el misterio de la nueva tauromaquia porque, ese día, se pudo comprobar que José Tomás toreó mediante una técnica asombrosa que no necesita «vender», porque sólo la ve el toro.

Si ello es así, sobramos el resto de los mortales. Es como si la tauromaquia se hubiese hecho marxista y hubiera vuelto a nacer el espíritu de la lucha de clases: La capitalista, que posee todo el secreto de la tauromaquia – José Tomas y el toro -, y todos los demás, que pertenecemos al limbo al que le está prohibido toda aproximación al capital taurino.

Sólo así podríamos entender con toda claridad el pensamiento de Fernando Sánchez Dragó:

Travesinas… dirá algún día El Cossío: “Lance de muleta y modo de torear inventado por el matador José Tomás que consiste en hacer pasar el toro a través del cuerpo del torero sin romperlo ni mancharlo como el rayo de sol por el cristal. Algunos cronistas lo llamarán pase de la Purísima Concepción. Amén. (Magazine de El Mundo, 9 de septiembre de 2007).

¿Será en el preciso momento en que el toro atraviesa el cuerpo de José Tomas cuando se produce la transustanciación del alma del torero y el toro al tiempo que entregan el uno al otro sus conocimientos? ¿Llevarán razón los antitaurinos al semejar al toro con las personas basándose en esa transmutación en la que toro y torero se confunden? ¿Y si ello fuera así – únicamente es el toro que torea José Tomás el que intercambia su personalidad con el torero quedando excluidos del fenómeno el resto de las reses de lidia -, sólo se deberían prohibir las corridas en las intervenga José Tomás dado que es en ellas en las que el toro adquiere sustancia humana?

A partir de ahora se abre todo un enigma y quedan por contestar algunas preguntas que pueden convulsionar el planeta de los toros:

¿Es o no posible conocer el hecho taurino ahora revelado?

Si, como se afirma, la nueva tauromaquia solo la comprende el toro, ¿sólo podría ser crítico taurino, ganadero o torero una persona con cuernos (léase cornudo/a)?

En caso de comprobarse que la nueva tauromaquia únicamente la comprende el toro y ante la imposibilidad de incorporar un/a cornudo/a a las labores de selección ganadera, crítica taurina y torero por escasez de cornudos/as ¿se podría optar por un minotauro (mitad hombre, mitad persona o el torotomismo?

En caso de que se llegara a la conclusión de que la nueva tauromaquia solo la comprende el toro, ¿sería necesario crear una Congregación para la Doctrina de la Fe Taurina?

Se abre, pues, una nueva época en la tauromaquia que acaba de descubrir el, no hace mucho, principal y obediente alumno del sugestivo paladín de parecidos y casi siempre incomprensibles argumentos, ahora puestos blanco sobre negro por quien tanta ciencia infusa fue adquiriendo y almacenando en su privilegiada cabeza mientras duró su romance profesional.

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