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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 18 de abril de 2011

La Internacional torera / Por Pedro Javier Cáceres


La Internacional torera

Por Pedro Javier Cáceres
Madrid, 18 de Abril de 2011
Es lo que se colige de la unión de las diferentes agrupaciones de toreros para constituir una sola tras la “asamblea” celebrada el lunes en Madrid y en la que hubo ausencias destacadas de figuras en “son” en la actualidad y otros de cierto fuste mediático del que no anda sobrado La Fiesta para su promoción, proyección, e interlocución con agentes políticos, sociales y de comunicación, para enseñarla (mostrarla) y no defenderla, por no necesitarlo -lo hace por sí misma- que deberían ser objetivos de baza mayor.

Por tales razones de fondo, en principio, para empezar se quiso imponer la lógica, tirando por elevación, y ofrecer a Enrique Ponce la presidencia; el maestro valenciano con buenas palabras y pocos argumentos “se quitó de en medio”.

Luego “tocaron” a El Juli, y este, habilidoso, presentó “parte facultativo” para delegar en José María Manzanares que aceptó en “comerse el marrón”.
Delegar de El Juli, que no abdicar, y manejar el cetro por control remoto.
Quizá porque dicha unión no significa la disolución del G-10 si no que tal conglomerado se produce como estrategia de los 10 “grandes” para legitimarse ante todo un colectivo variopinto y asaz heterogéneo que había mostrado sus recelos por entender que los 10 se estaban arrogando, con éxito —todo hay que decirlo- una representatividad gremial sin haber echado cuentas a nadie más. Punto.

Por mucho que hayan ¿expulsado? a toreros no en activo y apoderados que integraban una de las agrupaciones extintas por entender no eran sujetos de intereses afines, será difícil conciliar las inquietudes de baja intensidad de las figuras con las zozobras convulsas de los “mediopensionistas” y -aún en activo técnico- de toreros parados o quietos. Menos, todavía, con los desasosiegos desesperados, al borde de un ataque de nervios, de los novilleros.

Y no deja de ser paradójico, en grado de alta comicidad, que la generosidad del G-10 haya sido al límite.
Que de la misma forma que se han despojado de sus entorno más íntimo, ex matadores y representantes, hayan integrado como ejecutivos al abogado y al portavoz, de “los toreros parias” y la “famélica legión” de asalariados subalternos con honores de bandera, banda y música a los acordes de “La Internacional”.

Y en el “minuto 1” se han empezado a agrietar los principios inspiradores de baza mayor, comentados antes, para reincidir en los tópicos habituales como hoja de ruta: combatir el “túnel” — o “tubo”-, reivindicar un salario mínimo justo para los más desfavorecidos y beligerar con empresarios e instituciones públicas propietarias de plazas hasta llegar, si es preciso endurecer los “vetos”… y siempre quedará la consabida amenaza de huelga “del sector”.

Por supuesto una revisión, al alza, de los llamados derechos de imagen respecto de las retransmisiones de televisión, tanto en directo como en reposiciones; ¡ojo! que este último dato no es baladí y tiene diana definida.
Las figuras se han encopetado como antiguamente lo hacían las primeras damas y consortes de la nobleza, aristocracia y burguesía y, por un día, descender a lo terrenal sentarse en mesa aterciopelada o tomar una hucha y “pedir por los negritos”.
Ahora queda saber si en la voluntad cotidiana de estos hay planteamientos de poner techo a honorarios descompensados a lo generado por taquilla y que obliga al empresario a “maltratar” a los citados “parias de los ruedos”, o si asumen los compromisos de:
a) aceptar, y no censurar, todo tipo de torero como compañero en los carteles y no rematar estos en triles de “cosa nostra” para el efecto visual de una taquilla más nutrida y exigir la soldada galáctica (a convenir) con menor pudor.

b) Declararse incompetentes —por dignidad, honor y vergüenza torera- para actuar en muchas plazas de tercera, portátiles y todo tipo de gaches y barbechos, por mucho que “la moneda” sea un reclamo tentador. Y de esta forma ceder el paso a otros circuitos de la profesión.

Respecto de los derechos de imagen sería bueno que las exigencias se correspondieran con el impacto de su presencia: llenar más de tres veces la capacidad de Las Ventas y que el espectáculo ofrecido arrojara datos de 100 millones de espectadores, y en todo el mundo, como se prevé ocurra en el primer Madrid-Barcelona de Champions.
Nada que ver con la Feria de Invierno de Vista Alegre ni con los abonados al canal toros del Plus.
Bien. Por último, la financiación.
Fundamental para crear una estructura que garantice un funcionamiento decoroso.
Las figuras en sus generosidad no objetan de una escala de cuotas, perfecto.
Pero en ningún caso proporcional a cachés que se devengarían por el tradicional porcentaje del derecho de visado de la agrupación gremial para lo cual habría de suprimirse en los contratos trampa la popular coletilla “a convenir” que reduce la obligatoriedad declarable a los mínimos reglamentados y blinda de cualquier control la, no menos tradicional, “carta compromiso” en la que se especifican las cantidades reales.
Esta cuestión de modelo de contrato único no estuvo en el debate y ni estará, ni se la espera, en ningún orden del día.
Eso sí el altruismo de los “grandes” llega a proponer la celebración anual de un extraordinario festival para que con su arte y el dinero de los aficionados cubrir el presupuesto del sindicato.
Los toreros se han sindicado en primera convocatoria, y en el mismo acto “sindicalizado”.
Ahora que han cambiado de ministerio, nunca la cultura tuvo carácter tan proletario.
Lo que no ha trascendido es si, cuando se celebre el tal festival, antes de romper el paseíllo se entone el himno:
¡Arriba, parias de los ruedos!?

¡En pie, famélica Tauro unión!?

Atruena la razón en marcha:? es el fin de la opresión.…...
Y arrastrado el tercer utrero se “pase un guante”.
¡Ha nacido La Internacional torera!.
¡Viva el arte!
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El Imparcial.es

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