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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 16 de mayo de 2011

Las Ventas. La tarde de los Cuvillo. Declinación y caída de la tauromaquia / José R. Márquez


En el día del Patrón, los aplausos más cultos fueron
para la Ruina Callada del Toreo
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Las Ventas. La tarde de los Cuvillo.

Declinación y caída de la tauromaquia


José Ramón Márquez
Los Cuvillos, al fin.

La estirpe de Idílco de nuevo en Las Ventas. Los hermanitos del desgraciado ése al que indultaron en Sevilla, que no tenía ni media leche, correteando, gazapeando por la tierra blanquecina de la plaza de Madrid en el día del patrón, santo labrador que oraba mientras los ángeles le hacían la labor con los bueyes, y en homenaje al santo Isidro, han puesto a los bueyes del Cuvillo a trotar por Las Ventas, porque aquí el auténtico milagro hubiese sido que hubiese salido una corrida con casta, con trapío, con cuajo, qué sé yo, con algo que rememorase que en alguna parte del putrefacto ADN de esas excrecencias, en algún momento, hubo algo que inspirase algo que no fuese risa o pena.

Dicen por ahí que esta vacada está en su mejor momento. Los amos del escalafón se la rifan, los profesionales la tienen en la más alta estima y los escribidores no le escatiman sus más estrambóticos adjetivos, pero lo que hoy hemos visto con todo el pleonasmo de nuestros propios ojos, y que no nos cuenten paridas, es una porquería, una maldita birria, la negación del toro de lidia, cuatro conejos sin presencia ni decencia que fueron por delante y dos que ni fu ni fa que fueron por detrás cuya gran virtud fue que, al menos, su presencia no ofendía. Dicen que hubo un baile en los corrales de no te menees, vaya usted a saber, porque lo indiscutible es que a nosotros nos tocó bailar con la más fea, con la inmunda corrida del Cuvillo que jamás debió profanar con su pezuña el circo taurómaco, hoy más circo que nunca.

Para despenar a estas birrias premeditadas se habían anunciado en el cartel Morante de la Puebla, Alejandro Talavante y Arturo Saldívar.

Morante está gordo. Presentó hoy más culata que los toros que le tocaron en suerte. Sus seguidores portan un ramito de romero, que era la ofrenda vegetal al gran Curro Romero, cuando lo que deberían hacer es llevar una mora, o una mancha de mora y dejar de ofender la memoria de un gran torero con estas tonterías. La actuación de José Antonio Morante se puede calificar de entremés cómico, pues verle tratando de ponerse como en serio delante de sus toros antes de que se cayesen al suelo o le enganchasen la muleta o les pasase cualquier cosa movía más a risa que a otra cosa. En cualquier caso, remarquemos que algunos de los pases que dio el sevillano fueron subrayados con el correspondiente ¡Bieeeeen!, que es lo que ahora se estila, y que en un ataque de sugestión colectiva el ¡Bieeeen! surgió de las gargantas de sus conversos en un lance de capa en el que antes de llegar al ‘eeen’ ya había enganchado el torete al capote. Digo yo que si alguien de los que se pone el romero ése recordará el capotito minúsculo que presentaba Curro Romero, en comparación al pedazo de tela que traía el hombre éste, que parecía la vela del barco de los Piratas del Caribe esos. En su cuadrilla, el imprescindible Lili. Banderilleó al cuarto. Se va el hombre al centro del ruedo con las banderillas en la mano izquierda y allí, en el centro, ante la plaza llena, se tira de las perneras hacia arriba con ganas, primero de la derecha y luego de la izquierda, como para ponerse más cómodo. Luego cita al torete.

Talavante ha recibido su correspondiente ración de ¡Bieeeen! en su primero, pero esa sincera expresión de la aprobación de cierta parte del público pronto quedó sepultada por la enorme cantidad y calidad de la vulgaridad que Talavante trajo hoy a Madrid. Eso, unido a su pésima colocación, falta de temple y ausencia de concepto discernible de toreo, dieron al traste con la labor del torero. Claro que en su segundo la cosa fue a peor, porque el toro, un auténtico manso que sacó genio de algún fondo de su ponzoñosa sangre, tenía una emoción de la que carecieron todos sus hermanitos, y ante eso el bueno de Talavante presentó las mismas armas que en su primero, quedando especialmente en evidencia la forma en que acompañaba las embestidas sin llevar al toro toreado, sin mandarle, hasta que el bicho se largó a tablas. Muy mal Talavante, pero va con la Empresa.

El hidrocálido Arturo Saldívar podemos decir que en cierto modo salvó la tarde. Confirmó alternativa con un deplorable coloradito chorreado en verdugo sin pena ni gloria; hizo unas ajustadas chicuelinas rematadas con una revolera que fueron aplaudidas con sinceridad; y en su segundo, que se llamaba Asturiano, número 130, planteó una faena aseada, más bien por fuera, eso hay que remarcarlo, pero con ganas, con sentimiento, con personalidad y con mando. Alguien le debería decir que el modelo que ha tomado no es el bueno, modelo julyano diríamos, pero creo que hay buenos mimbres de torero en el mexicano a costa de que cambie su modelo, insisto. Alguien le debería explicar que es mejor tomar como modelo a Luis Procuna que a July.

Muchos dicen que a Gallardón, el alcalde tan moderno de Madrid, no le gustan los toros, que sólo le va el rollo de la música, de la cultura y de los cómicos catalanes, pero hoy demostró un magnífico criterio de aficionado retirándose de la plaza a mitad de la corrida, a la vista de como iba desarrollándose el espectáculo. A lo mejor es lo que deberíamos haber hecho, irnos todos tras él a ver algún espectáculo de los que organiza la hija de Nuria Espert, pero quizás es que en el fondo somos más de Interior que de Cultura.
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