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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 15 de enero de 2013

LOS QUE MANEJAN EL TINGLADO TAURINO / Benjamín Bentura Remacha


Joaquín Blasco, Manolo Cano, Livinio Stuyck y José Antonio Chopera

LOS QUE MANEJAN EL TINGLADO TAURINO

Benjamín Bentura Remacha
Hace muchos años que murió pero lo recuerdo con entrañable cariño. Se llamaba Joaquín (F.) Roa, era pamplonés, actor característico y presente en las tablas más rancias y, entre otras muchas, en las tres películas claves del cine español: “Marcelino Pan y Vino”, “Bienvenido Mister Marshall” y “Viridiana”. Humilde, coñón y escondido en su más íntimo rincón. Abría sus redondos ojos, juntaba sus abultados labios y opinaba que todas las grandes o pequeñas actrices eran EXIMIAS. La Xirgu, la Guerrero, la Membrives, la Ruiz Moragas. Fernanda Ladrón de Guevara, Aurora Redondo, Catalina Bárcenas y hasta Isabelita Garcés, la abuela de Marisol. Y yo pensaba que una eximia actriz del teatro español tenía que hablar bien nuestro idioma. Hasta creía que don Joaquín también calificaba de eximia a Nuria Espert, de Hospitalet de Llobregat (1935), actriz de teatro, cine y ópera, rapsoda, directora de teatro y ópera, figura en la Compañía Lope de Vega que dirigía José Tamayo, intérprete del propio Lope de Vega, Calvo Sotelo, Casona, Valle Inclán, García Lorca, Zorrilla y Terenci Moix y los internacionales Shakespeare, Genet, Sartre, Arthur Miller, Bertolt Brecht y Oscar Wilde. Sabía que había estudiado en el Instituto Maragall de Barcelona, pero que en sus tiempos no existía eso tan sutil que es la inmersión (introducir una cosa en un líquido) lingüística y que una eximia tan distinguida como doña Nuria no podía decir “han habido” y repetirlo en el programa de TVE el día del cumpleaños del Rey y alternando con el engolado y “engalado” cordobés de la manchega Brazatortas, donde le regalaron un nicho para su eterno descanso. Sin prisas, desde luego, don Antonio, hijo del médico de la Electromecánica de Córdoba.

Estamos en unos tiempos difíciles en lo de los adjetivos y calificaciones. Mi paisano Ángel González Abad, no hace muchos días, en el suplemento de Aragón de ABC, ensalzaba, con mención de alguna crónica de Vicente Zabala, los años en los que fueron empresarios de Zaragoza Balañá y Manolo Chopera, en los 70 (1972 a 1975). Ya no eran don Pedro Balañá Espinós, que falleció en 1965, ni don Pablo Martínez Elizondo, que murió en Pamplona el 18 de octubre de 1968. Eran Pedrito Balañá Forts, nada que ver con su padre como empresario taurino, y Manolo Martínez Flamarique, no tan reflexivo como su progenitor pero un “animal” poderoso y luchador en el negocio de los toros, apoyado por la ecuanimidad de su hermano Jesús, que fue, con el asesinado Gregorio Ordóñez, el que luchó directamente por la construcción de la nueva plaza de toros de San Sebastián. A don Pedro y a don Pablo también los podíamos considerar como EXIMIOS o “self man”, hombres hechos a sí mismos, el catalán desde la recogida de basuras y el vasco desde el oficio de monosabio. Después … ¿quién tiene la culpa? Como Don Mendo, “el maldito Cariñena que se apoderó de mí”. Nadie. “Todos a una”, como en Fuenteovejuna. En mi, gracias a Dios, ya largo caminar siempre he vivido en crisis, empezando por el año 1939 hasta el día de hoy. Ganaderos, toreros, apoderados, empresarios, periodistas, Hacienda, el municipio, las modernas comunidadades y los espectadores. Solo se han salvado a sí mismos los “buenos” aficionados, los fetén. Esos que hace unos años se juntaban en asociaciones que pretendían gobernarlo todo, hacer carteles, vetar ganaderías, bajar los precios y mandar al paro a los toreros que no eran de su gusto, confeccionar los pliegos de condiciones, los reglamentos o las crónicas periodísticas o literarias. Los he conocido de todas las clases. Y en toda mi vida no he sabido que haya existido ni un solo torero completo. Desde Manolete y Pepe Luis a “El Cordobés” y Curro Romero, Domingo Ortega o Marcial Lalanda. Con música de su propio pasodoble, a Manolete le decían “que no mataba una rata en un retrate”, “si no sabes torear pá que te metes” o “desde que ha venido Arruza Manolete está que bufa” y para ver a Pepe Luis “había que ir en su cuadrilla”. Y se llegaba a extremos inhumanos. Lo he contado en otras ocasiones: “Los de José y Juan” agasajaron a Miura y uno de los socios de la ilustre peña le dio la enhorabuena por haber criado a “Islero” y su queja por no haberlo hecho siete años antes. En este caso, ni la muerte en el ruedo de Linares purificó la imagen del universal cordobés. Al menos, un respeto para los que cayeron. 

Ahora no llegamos a tanto, pero no hay torero que no se salve de la descalificación. Todos menos José Tomás, que tiene la gran fortuna de solo actuar tres tardes al año para mantener su aureola. La esencia se guarda en frasco pequeño. Hablemos de Ponce, por ejemplo. Nada, un “bluf”, les hace lo mismo a todos los toros. Casi nada y más de veinte años y más de dos mil corridas al frente del escalafón. Y no hablemos del de La Puebla, Julián el de San Antonio“que tiés padre”, Manzanares bonito o los hermanos Rivera Ordóñez, hijos, sobrinos, primos, nietos y biznietos de toreros. Y hay una veintena de ganaderías con solera y algunos empresarios solventes y … una televisión que nos ha abandonado, otra que quiere gobernarnos, una prensa que le hace más caso al voleibol que a los toros y unos escribientes que solo gustan de comentar el suceso o la anormalidad.

Pasaron don Pedrito y don Manuel el Grande, don Pedrito también era grande pero no le gustaban los toros, y llegó a Zaragoza otro Chopera, José Antonio, hijo de don Manuel, este hermano de don Pablo, que me contaba como arrastraban madera con mulas por los montes de la Sierra de Santo Domingo, entre Luesia y Longás de Las Cinco Villas de Aragón, aquel año 18 del siglo pasado, cuando le epidemia de la gripe. José Antonio, como su primo Manolo, estudió en Zaragoza y llevó la empresa de la capital del Ebro desde 1976 a 1980, a la ruina total. A José Antonio le llamaban “zorro plateado”, hoy en fase blanca y tapado en su madriguera madrileña con amplia escolta. Ladino, astuto, punzante y crítico. Su hijo, Manolo, es más discreto que sus primos Pablo y Oscar, pero no vislumbro una continuidad de antiguas glorias. Estamos, una vez más, en la encrucijada. ¿Y cuando no ha habido cambio climático en el Mundo? El Plus ya no televisó las corridas del Pilar del año pasado. Ahora no va a televisar las de la Feria de Abril, Zaragoza y Sevilla, las plazas de más solera de España. Según creo, el Plus no les paga a los matadores sus derechos de imagen. Solo a los poderosos y ¡a los subalternos! Cuidado con los sindicatos. Pero ¿podrán los empresarios organizar festejos con los costos y los impuestos a la alza? Seguiré con el tema y procuraré incitar a los importantes para que busquen soluciones. Ellos son los responsables y los que tienen “la sartén por el mango”. Recuerden sus herederos como empezaron don Pedro, don Pablo, don Manuel y el tío Anchón. Pablo y Oscar, los hijos de Manolo el Grande, nos han dado muy malos ejemplos últimamente. Y no se comen a los políticos con patatas y los huevos estrellados.

Sigo con la eximia Carmen Amaya, catalana de nacimiento, Barcelona, este año hará cien años. Bailaora de flamenco. Española. Y con los eximios Mariano Fortuny y Ramón Casas, el uno de Reus, el otro de Barcelona. Catalanes y españoles. Paisajes y escenas de toros. Y se me saltan las lágrimas porque el domingo pasado por la mañana, en Radio Nacional de España, Pepa Fernández, apellido de raigambre hispánica, agradable, simpática y ecuánime, repitió una y cien veces que transmitía su programa desde “Chirona”. Radio Nacional de España, damas y caballeros, catalanas y catalanes. Me pasa como a Bill Cosby: estoy cansado. Del calentamiento global, de tatuajes y hierros y adictos a la droga que consideran enfermos y debo ayudarles. Pero tengo cinco años más que Cosby y estoy más cerca que el de la salida y, sin embargo, no estoy contento. ¡Por mis nietos!
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