la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 14 de mayo de 2013

Cuarta. La de la Palmosilla. Directamente de la finca "La China" a la Primera Plaza del Mundo / Por José Ramón Márquez


Curro Díaz
Así no se torea


José Ramón Márquez
Illa, illa ¡qué lengüecilla! Illa, illa, la Palmosilla.

¡Qué barbaridad! Hay que ver las lenguas que tenían los palmosillas y las ganas que tenían de sacarla a pasear. Es que los animalejos se pegaban dos carreras y ya estaba la lengua afuera. Toros palmosillos cuya principal notabilidad anatómica era la lengua. Unos científicos de Pennsilvania se dedicaron a estudiar el comportamiento de los simios, de los orangutanes, de los gorilas y de los humanos y todos aquellos usaban lo de sacar la lengua como muestra de recelo o de burla, pero los seis toros de la Palmosilla de esta tarde la sacaban porque como no tenían otra cosa que mostrar, como no tenían casta, ni trapío, ni bravura, ni presencia, pues sacaban la lengua y se la mostraban a los del público alardeando de lo único que podían alardear, de su lengua, de su don de lenguas, diríamos.

No es cada día Pascua ni Santa María dice en mi Martínez Kreisler y bien es verdad que nadie iría hoy a la Plaza pensando en ver la adecuada continuación a la corrida de Escolar del día anterior, pero la comparación de un día con lo del siguiente es sencillamente penosa. Llama la atención, y desde aquí insto al celoso Abella, a quien todo el orbe conoce como Abeya, a que haga inspeccionar, por personal cualificado del Bureau International des Poids et Mesures, entidad encargada de la custodia del kilogramo patrón internacional, y mande revisar la báscula en la que se pesan los toros, porque la comparación de los pesos de Escolar y Palmosilla (538/530 – 564/547 – 551/545 – 567/549 – 566/566 – 590/592) puede hacer suponer que la báscula ha sufrido algún deterioro a causa del uso y que en la pesada de los palmosillos ha dado los pesos que corresponderían al pesaje de esas mismas reses en el planeta Neptuno. De las reses diríamos que las que estuvieron más en tipo liebre fueron las dos que le tocaron a Fandi, que si al salir el bicho del chiquero llega a salir detrás un galgo a la carrera, nadie se hubiese extrañado lo más mínimo. Por terminar con la cosa del ganado palmosillano digamos que en último lugar echaron un zambombo descomunal, más tonto que Pichote, ornadas sus sienes con unos pitonazos fruto del enfundamiento que no parecía guardar relación alguna de parentesco con los cinco que le antecedieron en la Pasarela de la Lengua, Madrid Fashion Tongue.

Para matar esas prendas se vinieron a los madriles Curro Díaz, El Fandi y David Galván que se presentaba en Las Ventas y confirmaba alternativa. Lo de estos será breve, porque no hay mucha leche que sacar de esta alcuza.

Curro Díaz hizo un sueño de principio de faena, sacándose al toro hasta el tercio a base de torería, buen gusto y naturalidad. El mejor toreo que se ha visto en lo que llevamos de Feria. Y luego, nada, nada y nada. La vulgaridad más apabullante, el cite de la alcayata, el ventajismo más vil -¡con esos toros!- el maldito pico, la pata en Sebastopol... un desastre cósmico, porque va el tío y te pone la miel en los labios y acto seguido te mete dos lingotazos de vinagre que son las dos faenas que se mercó, para que te vayas enterando. No hay derecho, hombre.

Y Fandila, pues tan ricamente, que este no engaña a nadie. Fandila es Fandi y su circunstancia que es su manera de estar en la plaza, de banderillear y de mover la muleta. Nadie puede pensar que si se anuncia Fandi te vas a encontrar con Curro Romero reeditado y el que esperase de Fandi otra cosa que lo que hizo es un iluso o un indocumentado, que los milagros ocurren en Lourdes. Creo que banderillea mejor cuando corre hacia atrás que cuando corre hacia adelante y el tercer par que le puso a su primero puede decirse que fue lo único digno de mención de su labor en los dos toros. Tiene bien cogido el tranquillo de la muerte y mata con efectividad –estocada baja y estocada desprendida- , pero sin sujeción a las reglas del arte tauricida.

David Galván tuvo la desgracia de que le saliese el toro con el que había estado soñando desde que vio su nombre en los carteles de Madrid, que fue además el de la alternativa. Ante el bicho no presentó otro argumento que el de una enorme, desmesurada solemnidad, un aire muy español de darse importancia y de gran introspección, como de Caballero de la mano en el pecho, un aire místico, pausado y concentrado. Luego, a la hora de mover la muleta y de colocarse, lo hacía igual que todos. Me llamó uno que estaba viendo la corrida por la TV para decirme que el toro se lo brindó al July, al que etiquetó como «motor de la Fiesta», con lo que todo queda dicho.

Me gustó José Manuel González, picador de la cuadrilla de Fandi. Movió muy bien el caballo poniéndolo de frente con buena monta y conocimiento y, además, en las dos entradas del bicho le colocó la vara en la yema, con gran perfección. Apenas picó, pues sólo señaló los dos puyazos, pero eso no quita mérito a lo anterior. Me hubiese gustado verle con los de Escolar. A Montoliú le pegaron una ovación por tirarse de cabeza al callejón tomando el olivo tipo rodillo ventral, que si le llega a ver su padre (qDg), esta noche le habría castigado sin cenar.
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