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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 11 de noviembre de 2013

EL AFICIONADO: Un puntal de la Fiesta / Por Antolín Castro


Los aficionados no pueden conformarse con ser meros aplaudidores

EL AFICIONADO: Un puntal de la Fiesta

Antolín Castro / España
El pasado sábado, en Logroño, capital de las buenas tierras riojanas, tuve la oportunidad de disertar sobre y para los aficionados. Quizá lo mejor que se puede hacer para poner sobre la mesa una parte muy importante del por qué esta Fiesta existe y subsiste. 

Tuvo lugar en tierras riojanas uno de los encuentros imprescindibles para el sostenimiento de la Fiesta. No es baladí tal afirmación ya que quienes allí estábamos reunidos, aficionados todos, somos un puntal para la Fiesta.

Y no está de más recordar que un puntal es aquello que constituye el elemento principal de un sistema, sirviendo de apoyo, siendo un sostén, para todo lo demás. Sin ellos esta Fiesta no sería posible.

No vamos, no podemos, olvidar al principal protagonista, el toro. Él es el eje sobre el que ha de girar el desarrollo del espectáculo taurino y ojalá lo fuera en el tiempo presente como lo fue en otra época. Podemos, y debemos, lamentar que ahora haya descendido su importancia, su arrogancia toda. Esa que hizo héroes a quienes se ponían delante de ellos y cautivó a tantas generaciones como para terminar siendo auténticos aficionados.

Ni al toro ni al aficionado se le ha de faltar el respeto. Sin ellos no sería posible esa nómina de profesionales que viven de la Fiesta. Claro que no les vamos a olvidar, ni restar méritos, a esos héroes que son capaces de enfrentarse al toro, pero hemos de convenir que ello ha de ser siempre desde la lealtad y el respeto a su origen, a su bravura, a su casta, a su integridad, a su total plenitud.

Es muy difícil, casi imposible, que dándose estas condiciones que acabo de citar, no se rindan, no nos rindamos los aficionados ante el valor, la inteligencia y el arte que un torero nos puede mostrar. Si bien nos podemos encontrar con la aparente contradicción de que sean ignorados o ninguneados por público de paso o aluvión. Esos a los que tanto aman, y de los que se aprovechan, aquellos toreros que no quieren pasar el fielato de la autenticidad y utilizan ventajas que en lugar de sumar, como ellos creen, restan credibilidad a cuanto hacen, destruyendo por ello el prestigio que la Fiesta ha de tener. Los aficionados sí saben de la dimensión y la importancia de lo hecho ante un toro, de ahí su importancia en el desarrollo de la misma. No debemos de olvidarlo: Los aficionados son un puntal necesario para la Fiesta.

Lo hemos visto muchas veces. Las figuras no organizan estos actos, conferencias, tertulias, etc., ni siquiera acuden como no sea para recibir algún premio. Son los aficionados el alma de que la Fiesta sea Cultura y no ellos. Muchos medios los tratan como si fueran meros aplaudidores y no es ese su papel. Su papel ha de ser pro activo, deben de hacer de jueces en una fiesta que no tiene árbitros.

Allí, en Logroño, señalamos que ese papel ha de asumirlo el aficionado, intentando poner blanco sobre negro en un enfrentamiento desigual. Vigilar que se enfrentan en unas condiciones que permitan vislumbrar con total nitidez que el trapío y la categoría del toro se corresponde con la del torero y no al revés. A supuesto mejor torero le corresponde toro más complicado, más difícil, prueba inequívoca de que supera las distintas categorías de primacía. Además todos han de jugar en el mismo terreno, con el mismo balón, con las mismas porterías, el mismo cesped... única manera de conocer la valía de cada cuál. En terrenos diferentes y con balones diferentes la supremacía de algunos es una farsa.

Inclinarse a favor de uno de ellos, del torero, no es defender el juego limpio. No se puede ser solo espectador. Ese juez, esa afición, son un puntal imprescindible. El aficionado ha de ser la voz del toro que, desgraciadamente, no se pronuncia, no se queja de las desigualdades que se dan. Los toreros necesitan del total reconocimiento, para ello hay que superar las dificultades de los toros y de los aficionados. Las facilidades de unos y otros no pueden llenar el hueco que deja esa comodidad. 

El aficionado tiene la palabra… o no. De su actitud estará el futuro.

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