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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 1 de abril de 2014

Día de la Victoria: Así se gestó el último parte de Franco: «La guerra ha terminado»

Cuando se cumplen 75 años, ABC accede al documento original con el que el Caudillo decretó el fin de la Guerra Civil

Primer borrador del último parte de guerra, y el lápiz con el que lo escribió Franco

La voz de Fernando Fernández de Córdoba, actor de profesión, sonó a través de la ondas poco después de las 10.30 con el habitual énfasis y engolamiento, pero también especialmente emocionada. Era un momento muy especial y eso pesaba en el ambiente. Fue entonces cuando se escucharon en todo el país las famosas palabras: «Parte oficial de guerra, del cuartel general del generalísimo, correspondiente al día de hoy, primero de abril de 1939, tercer año triunfal. En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. Burgos, primero de abril de 1939, año de la victoria. El generalísimo Franco».

De esa forma se ponía punto final a una de las etapas más trágicas de la historia de España, una guerra fratricida que había dejado tras de sícerca de 200.000 cadáveres y miles de exiliados. Aún quedarían algunos focos de resistencia y continuarían las ejecuciones fruto de la represión posterior. Pero, en ese momento, el bando nacional celebraba su victoria.

Poco antes del mensaje radiofónico, la noticia de la caída de la última resistencia republicana en la provincia de Alicante, en cuyos muelles había tenido lugar una desesperada y agónica huida de partidarios de la República, había llegado hasta el palacio de los Muguiro, en el Parque de la Isla, en Burgos, cuartel general y sede del gobierno de Franco, desde donde este dirigía las operaciones militares desde mediados de 1937.

A aquellas horas, el general se encontraba en la cama, aquejado de una gripe, y se dice que fue la única enfermedad capaz de postrarlo durante el tiempo que duró la
contienda. Algunos opinan que la fiebre fue resultado del final de la tensión que había soportado durante esos tres últimos años, cuando ya el avance de sus tropas era casi un paseo militar desde la caída de Madrid el 28 de marzo. A la habitación entró el teniente coronel y ayudante de campo de Franco, José Martínez Maza, para comunicarle la ya esperada noticia. Franco respondió con un escueto «muchas gracias».

Correcciones del documento

El autoproclamado Jefe del Estado se levantó y se dirigió a su escritorio, donde escribió un primer borrador. Tras finalizar, lo repasó e hizo algunas correcciones: puso «cautivo y desarmado el ejército rojo» encima de «haber desarmado a la totalidad del ejército Enemigo rojo»; cambió «fuerzas» por «tropas» y escribió «objetivos» con todas sus letras encima de la abreviatura. Hizo un último repaso, lo pasó a limpio y se lo dio a su ayudante para que fuera mecanografiado. Según José María Zavala en su libro «1939. La cara oculta de los últimos días de la Guerra Civil», «pese a ser el más hábil de los nueve taquimecanógrafos del cuartel general, el soldado Muñoz Navarro fue incapaz de terminar aquel último parte de guerra. Temblaba de emoción mientras introducía el cliché de multicopista en el rodillo de la máquina de escribir».



4 comentarios:

  1. Honor y gloria a los héroes de la Cruzada que salvaron a España de la barbarie y que el infierno acoja a cuantos perpetraron traición a su memoria y su legado.

    ¡¡¡Viva Cristo rey!!!
    ¡¡¡Arriba España!!!

    Gonzalo G.P.

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  2. "La guerra ha terminado". Y yo me pregunto para terminar algo, antes hay que empezarlo.

    Gonzalo G.P., dice "el infierno acoja a cuantos perpetraron traición a su memoria y su legado". Ojalá existiera el cielo y el infierno y pudieramos ver lo sorprendente que sería que muchos héroes con mucho honor y gloria en vez de subir, bajaran a ese imaginario infierno.

    Mucho "viva" y mucho "arriba", pero la verdad del cuento, es que para algunos BUENOS, los demás, son MALOS.

    A mí también me gustaría saber donde se compra esa etiqueta de "buenos".

    Magaña Espinel

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  3. "Los hechos y las actitudes que causaron la Guerra Civil la pueden volver a causar", dice Rouco Varela en el funeral por Adolfo Suárez. No se sabe si es una advertencia o una amenaza. Exactamente, ¿qué es lo que puede repetirse? ¿Volverá la Iglesia a avalar como cruzada un golpe de Estado? ¿Volverá a consagrar una dictadura y a llevar al tirano bajo palio? ¿De nuevo defenderán desde la fe, como hizo aquella Iglesia en esos años nefastos, que la democracia liberal es un pecado?.

    "La concordia fue posible con él", dijo el señor arzobispo de Madrid en la santa misa para ese expresidente de un Estado aconfesional que ayer ofició en la Catedral de la Almudena rodeado de las más altas autoridades. La memoria es frágil. Olvida Rouco que ese mismo Suárez que ahora piropea fue quien aprobó la ley del divorcio, con toda la oposición y el escándalo de una Iglesia que, con el franquismo, había logrado derogar ese derecho que trajo la República.

    Al menos Rouco no se quejó esta vez, como hizo ante las víctimas del 11M, de esa "cultura mundana que arrincona la fe en lo privado". Tiene narices la cosa. Lo dice el arzobispo que este mes ya lleva dos misas de Estado ante el presidente del Gobierno, el Consejo de Ministros, la familia real y los presidentes autonómicos (y un tal Teodoro Obiang al que todos hacían como que no conocían). Ahí le tienen al pobre Rouco. Arrinconado.

    Esto decía Adolfo Suárez, durante una interesantísima entrevista en 1981 que hace unos días recordaba Suso del Toro. "Y yo no opino, como muchos, que el pueblo español estaba pidiendo a gritos libertad. En absoluto, el ansia de libertad lo sentían sólo aquellas personas para las que su ausencia era como la falta de aire para respirar. Pero el pueblo español, en general, ya tenía unas cotas de libertad que consideraba más o menos aceptables... Se pusieron detrás de mí y se volcaron en el referéndum del 76, porque yo los alejaba del peligro de una confrontación a la muerte de Franco. No me apoyaban por ilusiones y anhelos de libertades, sino por miedo a esa confrontación; porque yo los apartaba de los cuernos de ese toro".

    Magaña Espinel



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  4. Habrá tenido que ocurrir algún problema por el cual no se ha podido poner el comentario enviado a ese blog y que decía: “Ayer en la misa de estado dedicada al ex presidente Adolfo Suárez, el protocolo puso a Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y al actual presidente Mariano Rajoy, juntos. Y como la mente es libre de pensar, puede que cada uno de ellos pensara “y yo cuando muera tendré el mismo reconocimiento que el presidente Suárez”, lo correcto es pensar que no, pero lo mismo son tan ingenuos que lo pudieran poner en duda.

    En menor categoría, pero de gran relieve nacional hay dos nombres, uno ya fallecido Blas Piñar, y otro afortunadamente entre nosotros, José Utrera Molina, pues uno ya lo vimos “lo justito y necesario de los suyos”, el otro, que Dios quiera tarde mucho tiempo, también será “los suyos”.

    Hay casos en que no solamente son los suyos, me estoy acordando del que fuera alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, Murió en enero de 1986 en Madrid siendo alcalde y fue despedido por el pueblo de Madrid con una multitudinaria manifestación de duelo que colapsó la ciudad entera. Es muestra de su carisma irrepetible el que el PSOE madrileño no haya encontrado un sustituto a su altura desde entonces y haya fracasado en sus intentos de recuperar la Casa de la Villa en los años noventa. De sus abundantísimos trabajos políticos, jurídicos y ensayísticos destacan su libro de memorias Cabos sueltos y los célebres Bandos municipales redactados por él mismo, llenos de ingenio, fina ironía y gran talento literario.

    Su forma de ser, su estilo, y su grandeza humana conectaba tanto con la derecha como con la izquierda, con la juventud como con la tercera edad.

    Adolfo Suárez quiso ser enterrado en el claustro de la catedral de Ávila, a escasos diez metros de donde está sepultado quien fuera presidente del Gobierno en el exilio durante la II República Claudio Sánchez Albornoz.

    Hasta en esto fue grande Adolfo Suárez. Igual que otros que se le ponía los pelos de punta de pensar que pudieran estar sentados en el mismo hemiciclo con la Pasionaria y Carrillo.

    Fernando Ruano”.


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