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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 17 de octubre de 2015

Las plazas de toros tampoco comunican / por Ricardo Díaz-Manresa



"...No sé si saben los taurinitos, parece que no, y sus asesores mediáticos que el diluvio de Noé ya pasó y que después ha habido muchos acontecimientos y que ¡¡¡¡hay que estar al día!!!!..."


Las plazas de toros tampoco comunican

Ricardo Díaz-Manresa 
Incomunicado el mundo taurino con el exterior. Ya se sabe. Penoso vendiendo su producto. Inutilizado el rico mundo –tremendo ahora- de los medios informativos. Despreciando la defensa que podíamos hacer a través de ellos. No luchando cuando la culpa del silencio y hasta de la condena la tienen esos medios. Aferrados a la rutina de siglos. Faltando especialistas que cumplan con su misión de comunicar. Legión moderna de jefes de prensa de toreros y empresas que no llegan a nadie. Periodistas taurinos –o asimilados, vale todo- que limitan su función a hacer crónicas. En fin, un campo inmenso despreciado o no utilizado por la legión de pasmaos del toreo. Más que la Iglesia católica todos los domingos con millones de homilías, verdaderos peñazos muchísimas.

Bueno, es que internamente también. ¿Alguien sabe si las plazas de toros pueden comunicar con la masa que llena los tendidos y que sería fundamental?. Vayan a los campos de fútbol o a las canchas de baloncesto y, además de pantallas gigantes para dar detalles, los del altavoz no paran: quiénes son los jugadores, alineaciones detalladas, quién ha metido el gol o la canasta, a qué jugador sustituyen y por quién. Hasta invitan a corear a los que mueven con sus tantos o puntos el marcador y en algunos sitios los corean todo el estadio. Demasiado. Levantan dolor de cabeza. Pero los espectadores están encantados. Ruido ensordecedor de gritos, canciones, golpes de almohadillas y el machaqueo de esas especies de globos que chocan uno contra otro. Unos se pasan y otros no llegan. Los que no llegan ¿quiénes serán?. Pues los taurinos. A los que no les pido más que el mínimo. Sólo eso. Más, sería inoportuno.

En la era de la comunicación, en Sevilla –supongo- siguen con la pizarra y la tiza para dar los comunicados urgentes. Un empleado lo pasa por el callejón aunque los de arriba ni lo vean. No sé si en la Edad Media, supongo que no, habría tiza y pizarra, pero más o menos. Y todo eso es porque el monumento sevillano no admite –y unas narices- un simple altavoz. Las Ventas lo tiene y es de muy mala calidad y sólo lo utiliza para anunciar minutos de silencio tras el paseíllo y casi no se entiende por la voz cavernosa y a saltos que nos llega. En 2008, la tarde de los seis toros de Perera, utilizaron el altavoz (hace ya 7 años) para decir que el torero, tras la cornada, saldría de la enfermería, después de muchos minutos, para proseguir la lidia. Era ver a los sobresalientes o irse. En Zaragoza hay un luminoso que informa de algo, del cartel y de las cuadrillas que actúan en cada toro. Parecido en Pamplona. Poquísimo. Y paramos de contar.

Viene todo esto a cuento porque en la Feria de Otoño de Madrid, López Simón se fue a la enfermería tras matar el segundo y la incomunicación con el público no fue atroz sino peor todavía: absoluta. Todos preguntándose si saldría, todos pensando en el susto de Urdiales de tener que matar cuatro toros más seguidos, sumado al primero al que ya había liquidado. Todos pensando en la gravedad de la lesión del torero de las tres puertas grandes, consumadas o no, que le podría impedir o no salir de nuevo. Todos sin tener ni idea, después de estar esperando dos toros, los de la vulgaridad de Urdiales, qué iba a pasar. O sea, entre 40 y 50 minutos. Todos sin saber si llevaba cornada o no cuando traspasó el ruedo madrileño, capote en mano, y no se fue por el callejón para incorporarse al ruedo en el burladero de capotes, como hacen todos, o tendido de toreros. Nada, que se fastidien los espectadores. Con lo fácil que hubiese sido –no hacía falta más- decir en su momento que se incorporaría para matar al 5º y que su lesión o cornada era esto y lo otro. Una vez más, desprecio total al público. Incomunicada la plaza. Callado un simple altavoz que en un minuto, sólo un minuto, nos tendría que haber dicho lo que pasaba. Ni un minuto. Nada. Que paguen y traguen que para eso están abonados y otros aficionados. Una vergüenza total y ceporra.

¡Cómo me acordé esa tarde de la televisión!. ¡Cómo me arrepentí de haber ido a la plaza y no quedarme sentado en casa en mi sillón torero!. Pensando en lo que podía pasar en la enfermería y que lo estarían contando lo de la tele de pago. Y sin imaginarme que había tanto trajín como a posteriori nos enteramos. Y sin un primer plano de la cara de Urdiales en los momentos de incertidumbre, siempre triste y sufrida y más todavía en este trance, insólito para él por la importancia de la plaza, de la corrida y por la oportunidad de los que le esperaban y que querían que la aprovechara, aunque los y nos decepcionó totalmente. Incluso a los que esperaban poco tras aguantar 16 años de alternativa y estupefactos ante este sentimiento súbito e inexplicable de admiración por el riojano.

Total, que salí de la plaza dispuesto a ver la repe por la tele consciente de lo que me había perdido, que era mucho más de lo que había imaginado. Lucha de los médicos con López Simón, al que aconsejaban no salir de todas todas y él diciendo que era mayor de edad y con las facultades mentales intactas, actitud que le hizo firmar a los doctores :”bajo su responsabilidad, pospone la intervención quirúrgica en contra del criterio médico”. Y en la plaza no poder sentir –y sí los de la tele- que López Simón se la estaba jugando con el 5º con cornada. Y comprobar que salía a hombros con las grandes molestias de un traqueteo tremendo. Y ver que se bajaba, tras cruzar el umbral de la Puerta de Oro de la Catedral del toreo. Y acompañarlo en la imagen yendo a pie a ponerse, por fin, en las manos de los doctores. Y ver a don Máximo García Padrós, cirujano jefe de la enfermería de Las Ventas, declarar, nada más verlo salir, que le hemos dicho que vuelva después “si quiere…” y advertir que el tiempo que pasaba sin intervenirlo podía aumentar el riesgo de infecciones.

Todo lo perdimos aunque un solo minuto, repito, habría bastado para informar –informar, verbo sagrado- a todos los que casi llenaban la plaza. Es lo que pido en este artículo : ese minuto. En la tele, viendo la repetición era muy emocionante y enriquecedor. ¡Cómo hubiese sido vivirlo en directo!. Valga estar en la plaza, tan cerca y tan lejos de todo, que en la frialdad –dicen- de la tele, lo que no es verdad en estos casos.

Con todo lo narrado, escribo que los altavoces de la plaza –bien cuidados y pudiendo entender lo que dicen- están para estas ocasiones. No seamos cerriles y anticuados también en esto.

No sé si saben los taurinitos, parece que no, y sus asesores mediáticos que el diluvio de Noé ya pasó y que después ha habido muchos acontecimientos y que ¡¡¡¡hay que estar al día!!!!

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web Avance taurino

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