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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 26 de noviembre de 2015

Victorino Martín da en la diana: El futuro se ganará con la Fundación y criando un toro íntegro.




"...En el fondo, es una forma elegante de explicar para qué debe servir primariamente la Fundación del Toro de Lidia: para comunicar y defender con la gran baza del toro íntegro y bravo. Y es que en otro caso, poco habría que comunicar y defender..."


La batalla por la credibilidad de lo auténtico
Victorino Martín da en la diana: El futuro se ganará con la Fundación y criando un toro íntegro.

No ha podido estar más certero y oportuno Victorino Martín, cuando hace unos días en Burgos afirmó: "El futuro se ganará con la Fundación, actuando sin complejos, explicando y comunicando, pero también criando y lidiando un toro con importancia. El animal debe ser un toro íntegro y bravo, un toro que garantice el espectáculo". En la misma línea de acierto, el ganadero ha llamado la atención sobre la importancia de acudir a los Tribunales en defensa de la Tauromaquia, una parcela en la que hasta ahora tan sólo se atrevió a entrar Morante, pero que tiene un campo grande de trabajo, toda vez que en el marco jurídico prohibir los toros constituye hoy una ilegalidad.

En las XX Jornadas Taurinas que la Junta de Castilla y León ha organizado en Burgos, Victorino Martín hijo no lo ha podido decir más claro. Ha dado el centro de la diana. “El futuro se ganará --ha dicho-- con la Fundación, actuando sin complejos, explicando y comunicando, pero también criando y lidiando un toro con importancia. El animal debe ser un toro íntegro y bravo, un toro que garantice el espectáculo que el público que ha pagado una entrada quiere ver”.

En el fondo, es una forma elegante de explicar para qué debe servir primariamente la Fundación del Toro de Lidia: para comunicar y defender con la gran baza del toro íntegro y bravo. Y es que en otro caso, poco habría que comunicar y defender. Esa y no otra puede ser la base de una comunicación auténtica y eficaz, sobre la que luego construir en cada caso los mensajes que correspondan.

Pero si la Fiesta no constituye un espectáculo íntegro, auténtico, qué difícil será su defensa. Es cierto que hoy concurren demasiados temas para abordar en la palestra pública; pero todos tienen ese denominador común del toro íntegro. Sería autoengañarse creer que todo se resuelve andándose por las ramas.

Así ocurre, fundamentalmente, por lo que puede entenderse como regla de oro de la comunicación: quien la promueve y la desarrolla tiene que contar con toda la credibilidad necesaria para que su mensaje sea aceptado y asumido. Dicho de otra forma, si quien comunica no responde al modelo de lo auténtico, tampoco cuanto diga contaré con autencidad.

En este sentido, acierta Victorino Martín cuando ligar el trabajo dela Fundación con aquel otro que trabaja a favor de la autenticidad y la integridad del toro de lidia. Ni es lo que dijo el ganadero, ni debiera caber en una cabeza que piense, esa coincidencia poco o nada tiene que ver con ir al toro mastodóntico, ni al animal fuera de su propia tipología. Entre otras razones porque la integridad del toro no es cosa de tamaño; se mide por baremos más sutiles.

Por ejemplo, la credibilidad se ganaría si los criadores en lugar de poner palos en sus ruedas, se decidieran a asumir el listón que marquen los análisis post mortem, que por causas que nadie sabe explicar han desaparecido de hecho en las obligaciones del cuadro veterinario. Cuando en toda una temporada al Laboratorio especializado de Canillas se mandan tan sólo seis muestras, algo está fallando de forma estrepitosa. Sin embargo, una institución externa e independiente como ésta es la que de verdad puede aportar las dosis de credibilidad acerca de la integridad del toro.

A favor de la autenticidad trabaja, así mismo, la diversidad de los encastes en los ciclos feriados, una diversidad que manteniéndose los criterios de bravura, permita superar ese concepto acuñado en su día por el hoy Presidente de la UCTL: el toro predecible, cuya principal aportación a la Tauromaquia no es otra que la monotonía.

Pero en la radio que promueve el semanario “Aplausos”, Victorino Martín también ha dicho otra gran verdad: "Prohibir los toros en estos momentos en España tiene una palabra y es prevaricación. Lo que hay que hacer es llevar a los juzgados a quienes lo hagan. Pero no hay nadie que les denuncie”. 

Hoy por hoy tenemos un pleito en curso, el promovido por Morante contra el danés que se ha convertido en cuasi profesional de la protesta y los insultos en los ruedos. Sin avenencia preliminar, el caso sigue su curso en un Juzgado extremeño. Como doctrina jurisprudencial será muy interesante su resultado.

Sin embargo, no es el único caso que tiene fundamento para que sea llevado a los Tribunales. Y sin embargo, fuera de alarmarnos y de protestar, nadie ha acudido a esa vía, como nadie ha requerido –lo recordaba recientemente Juan Manuel Albendea-- a las autoridades de la Administración del Estado para que exijan el cumplimiento de la ley en materia taurina. No son pocos los Ayuntamientos campan por sus respetos y nadie da un sólo paso para reconducir esas actuaciones abusivas.

Las omisiones no justificadas de terceros, dejan a la Fundación todo el campo libre para que ejerzan el recurso a los Tribunales, para que las leyes se cumplan. Por eso es tan importante la parcela jurídica que quiere cubrir la nueva institución. Y visto lo visto hasta ahora, hay que reconocer que nadie mejor que esa Fundación para hacerlo.

También nos encontramos aquí, como en el caso de la integridad del toro, con un factor que, bien desempeñado, aportará credibilidad y arraigo a la Fundación, que prestará un servicio insustituible a favor de la Tauromaquia.

En suma, la primera preocupación de quienes se han echado sobre sus espaldas la responsabilidad de sacar adelante la Fundación, tan esperanzadora como es, harían bien en trabajar en primer término por dotar a la institución de credibilidad y de prestigio, que constituyen la antesala del reconocimiento social, de la notoriedad pública también.

Si se acepta estos criterios, resulta poco comprensible la opacidad que hasta ahora rodea a la Fundación. Es cierto que no se pueden dar palos de ciego al buen tum-tum; hay que trabajar de acuerdo con una sistemática y unos objetivos específicos, como los que aquí se apuntan a título de ejemplo.

Ahora, cuando se dan los primeros pasos --y en consecuencia, hay más trabajo hacia dentro que hacia fuera-- tener notoriedad pública, dar a conocer sus objetivos y fines, puede constituir también objetivo razonable.

Para lo uno y lo otro, el invierno taurino resulta buen momento, con tantos y tantos actos taurinos como se organizan por toda la geografía y con tantos movimientos como se vienen dando en las instituciones públicas.

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