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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 4 de mayo de 2017

El caballo pierde su sitio / por Carlos Bueno






Cuidado porque la tauromaquia sin sangre es una escenificación mutilada que pierde su fundamento. Y tan nefasto es picar a un toro que no soporta un puyazo como criar astados light que sólo permiten que se les toreen de muleta.

El caballo pierde su sitio

El tercio de varas casi ha desaparecido de los ruedos y en los tentaderos la tendencia es restar protagonismo al caballo de picar. Emocionarse con la bravura del toro en el peto parece ya cosa del pasado; apasionarse con una verdadera competencia en quites pura quimera. Por el mismo precio que cuesta la entrada el espectáculo pierde atractivos, y el rumbo que está tomando la tauromaquia parece abocarla a la desaparición de los piqueros.

Hace sólo unas fechas me lo comentó un excelente veterinario y gran amigo, y si no es porque su palabra me merece la mayor credibilidad me hubiese costado muchísimo creerlo. “Hay ciertos ganaderos que en las tientas ya no sacan al caballo de picar”, me certificó. Con toda seguridad no debe ser ésta práctica habitual, pero durante los últimos días he tenido la dicha de asistir a algunos tentaderos y he comprobado cómo el examen de las vacas en el caballo ha perdido casi toda su tradicional jerarquía, al menos en las ganaderías en las que estuve.

Tres entradas al peto desde la corta distancia y de inmediato a muletear, que ahí es donde se valoran las características del animal, especialmente su duración. “Es lo que pide la gente”, me explicó un ganadero al preguntarle por la merma de importancia que había sufrido la prueba de la puya. Yo no acabo de estar convencido de que eso sea lo que pide la gente. Posiblemente sea lo que demandan la mayoría de los toreros y a lo que el público se está acabando por acostumbrar. Es una moda que viene dada por el escaso conocimiento general del respetable y por la falta de rivalidad de los coletudos. No creo yo que a nadie le deje de apetecer ver una brava pelea en varas o que se menosprecie un emocionante tercio de quites.

Lo que ocurre es que esto sucede cada vez con menor asiduidad y, con ello, se está perdiendo el anhelo de que vuelva a acontecer. Y es una lástima, porque el precio de la entrada es el mismo se entre en competencia capotera o no, se pelee en varas o no. Pero para que eso vuelva a verse sobre el albero, los ganaderos han de buscar un toro que soporte mayor castigo y los matadores influyentes deben aparcar su influencia para permitirlo. Difícil asunto, lo sé, pero convendrá conmigo, querido lector, que el espectáculo sufre con ello un importante quebranto. Y algo peor, se está dando un paso peligroso hacia la desaparición del tercio de varas.

Cuidado porque la tauromaquia sin sangre es una escenificación mutilada que pierde su fundamento. Y tan nefasto es picar a un toro que no soporta un puyazo como criar astados light que sólo permiten que se les toreen de muleta. La única solución que se me ocurre es conseguir mayor compromiso por parte de toreros y ganaderos. Si se pretende que la Fiesta siga siendo auténtica no hay que descuidar la función del picador, y su verdadero sentido sólo se perpetuará si el toro necesita ser picado. Lo otro es un pantomima, algo muy alejado de la verdad que siempre ha conllevado el toreo.

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