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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 12 de abril de 2018

Fue penalti. Real Madrid 1-3 Juventus



El Bernabéu catará las semifinales por octava temporada consecutiva. Nadie más puede decir eso. Precisamente semejante hazaña es la que molesta, y no un penalti que sí fue.


Fue clarísimo el penalti cometido sobre Lucas Vázquez en el descuento del Real Madrid-Juventus. Conviene empezar la crónica de esta manera, ya que los de siempre se encargarán de repetir hasta el infinito el mensaje de que no hubo nada para así tildar de escandalosa una justa clasificación.

 Cristiano Ronaldo lo tiró como sólo un hombre que desafía cada tres días a la historia puede hacerlo. A la escuadra, sin vacilar. A ti, en casa, te temblaban las piernas. A él, sin embargo, le sobraba la confianza. 

Y nadie lo merecía más que Cristiano. Su implicación fue sobrecogedora, nada que ver con otras grandes estrellas que se han despedido de esta Champions League paseando. Cristiano defendió, atacó, disparó, generó, se desmarcó, corrió, lo intentó, agitó y acabó encontrando el premio cuando la prórroga llamaba a la puerta. Él es el Real Madrid. Él es la Copa de Europa.

Sobre el partido, el aroma ya era extraño en las horas previas. El batacazo inesperado del Barcelona y el hecho de que la Juventus nunca muere -en eso se parece mucho al Real Madrid- convirtieron este encuentro en algo totalmente diferente al trámite que algunos esperaban. La Vecchia Signora no había dicho su última palabra y así se lo hizo saber al Bernabéu. El Madrid, que salió al campo con Isco y Bale acompañando a Cristiano, se encontró a las primeras de cambio con un gol de Mandzukic. Minuto dos y los nervios ya eran reales. Fue tal el golpe recibido que los de Zidane no supieron reaccionar. Marcelo y Carvajal sufrieron lo indecible en sus respectivas zonas y hasta los centrales se mostraron inseguros. Varane, por suerte, fue entonándose con el paso de los minutos. Vallejo firmó una más que decente media hora final.

La Juventus olió la sangre y fue a por ella. Marcó el 0-2 cuando el Real Madrid parecía haber despertado. El Bernabéu se congeló por momentos y la sombra de la debacle asomaba con cierta autoridad. Por primera vez, el conjunto blanco se veía mentalmente tocado. Sin embargo, el equipo, ayudado por unos certeros cambios de Zidane en el descanso -Lucas y Asensio entraron por Bale y Casemiro-, se recompuso en la reanudación.  Se vio otra cara, una versión mucho más segura, constante, atrevida. Sólo un grosero error de Keylor Navas pausó el crecimiento local y llevó el delirio a las filas italianas. Aún así, el 0-3 no hizo más daño que el 0-1.

Con la eliminatoria igualada, Zidane quitó a Modric -tocado- y dio entrada a Kovacic. El equipo perdió algo de control, pero ganó en dinamismo y velocidad. Los últimos veinte minutos fueron del Real Madrid. Con más empuje que fútbol, el campeón de Europa respondió a las bofetadas de la Juventus y demostró que en Champions League siempre tiene una vida más. Las ocasiones se sucedieron, pero Buffon y la mala suerte se pusieron de por medio.

Por suerte, Europa siempre tiene reservado un último minuto mágico para el Madrid. Lucas Vázquez fue arrollado y Cristiano mandó el balón a la escuadra.

Así todo, el Bernabéu catará las semifinales por octava temporada consecutiva. Nadie más puede decir eso. Precisamente semejante hazaña es la que molesta, y no un penalti que sí fue.

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